Los algoritmos no llevan bigote: posiblemente luzcan barba

Los algoritmos no llevan bigote: posiblemente luzcan barba

October 11, 2019

Es posible que llegue tarde para felicitar a Fréderic Beigreder por su premio Icon a la Agitación cultural 2016 aunque espero que haya sido por una serie de artículos documentados y no por uno repleto de estereotipos, tópicos y vanalidades como “Ningún algoritmo lleva bigote”.

Disculpe la tardanza, le habría contestado antes pero me ha resultado complicado sacar media hora para escribir seiscientas palabras en esta época dedicada a mi mujer, familia y amigos.

Como ingeniero de software en particular e informático en general siento mucho que algún ingeniero, informático, hacker, geek o nerd le haya robado la novia o que no le guste el sistema de recomendaciones de Amazon o el auto completado de Google o la lucha (dispar, admitámoslo) de Apple, Facebook y Google por su privacidad ante la NSA o el FBI, pero me alegro que a día de hoy haya descubierto al fin lo que es un algoritmo.

Si aparte de conseguir una cita, hubiese seguido leyendo la Wikipedia (mantenida por nerds que pretenden gobernar el mundo a través de difundir gratuitamente la cultura) un párrafo más, se habría enterado además que la palabra algoritmo viene de Al-Juarismi (con barba, supuestamente), matemático persa del siglo octavo:

Al-Juarismi
Al-Juarismi: con barba, por cierto

Los algoritmos por tanto no son invención informática si no que lleva siglos utilizándose en matemáticas o física y en términos más mundanos mi pequeño Padawan (y aquí se acaban todas mis referencias culturales a Star Wars) también puede considerar algoritmos inventos tales como los protocolos médicos, los protocolos de seguridad o el mapa de evacuación de su oficina.

Si mira a su alrededor verá algoritmos que controlan centrales nucleares, que calculan la ruta hacia su restaurante preferido, que dirigen su ascensor, manejan su microondas o adelantan años el final de la Segunda Guerra Mundial como los de Alan Turing para descifrar Enigma (sí, ese mismo al que políticos, abogados y periodistas persiguieron por ser homosexual).

Pero para usted quizá sea mas interesante saber que su procesador de textos no es más que una combinación de algoritmos, del mismo modo que el sistema de comunicaciones que usó para transmitirlo a su periódico, la aplicación utilizada para imprimirlo e incluso la fuente tipográfica que ha escogido. Eso sí, admiro su valor al llamar adolescente con granos y gafas a personas que saben cómo funcionan las aplicaciones que pagan su nómina, gobiernan sus transferencias bancarias y calcularán su pensión. Eso es tener un par y no lo de Neo (y aquí terminan también mis referencias culturales a Matrix, siempre fui más del Neuromante de Gibson).

No se preocupe, es muy fácil evitar que esa horda de imberbes controle el mundo: no utilice Facebook (yo no lo hago), ni Twitter, ni Google, ni Whatsapp, evite de hecho las compras en Amazon, los móviles y tablets y manténgase lejos de lavadoras, neveras, microondas, aviones, trenes, coches, centrales eléctricas y potabilizadoras, satélites, televisión, aparatos de rayos X, bancos y tarjetas de crédito, etc…

La realidad es que ni a Zuckerberg, ni a Larry Page, Steve Wozniak, Bill Gates, Joel Sposlky, Alan Turing, Grace Murray Hopper, Margaret Hamilton ni a miles de ingenieros y programadores antes y después de ellos nos interesa una mierda ni la publicidad ni los premios ni gobernar el mundo, nos contentamos con escribir algoritmos que facilitan la vida a diario a millones de personas.


Nota al margen: en realidad el agente Smith no es un algoritmo si no una IA, por favor, busque bien en la Wikipedia, seguro que encuentra algún ingeniero que le ayude a entender la diferencia.

Segunda nota al margen: si lo que deseaba era advertir sobre los problemas de la privacidad en las aplicaciones informáticas gratuitas, posiblemente hubiese resultado mucho más sencillo recurrir a Chema Alonso (doctor en informática especializado en Seguridad):